Llegamos a la tercera parte de la Eucaristía, de la misa. Pero antes vamos a ver un video para recordar cosas importantes de las partes anteriores.
Y recordamos también las posturas y las respuestas que debemos dar.
Santa Misa: minuto 4,40 / 32,36 Credo/ 35,46 Ofertorio
Avanzamos a la tercera parte: La Liturgia Eucarística.
Él mismo se compadeció del pecado de los hombres y quiso nacer de la Virgen; murió en la cruz para liberarnos de la muerte y resucitó del sepulcro para darnos la Vida eterna.
El cual la víspera de su pasión tomó pan en sus santas y venerables manos, y elevando los ojos al cielo hacia Tí, Dios Padre todopoderoso, te dio gracias, lo partió y repartió a sus discípulos diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
(Cuando el sacerdote levanta la hostia se mira atentamente, cuando la baja y la coloca en la patena, hacemos una leve inclinación con la cabeza)
Del mismo modo acabada la cena tomo este cáliz glorioso en sus santas y venerables manos, dando gracias te bendijo y lo dio a sus discípulos diciendo tomando una copa de vino, la pasó a sus amigos diciendo:
TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN MI MEMORIA.
(Cuando el sacerdote levanta el cáliz se mira atentamente, cuando lo baja y lo coloca en el altar, hacemos una leve inclinación con la cabeza)
Eso es lo que estamos haciendo, Señor: recordar lo que hiciste la última cena, agradecer tu vida entera y pedirte que nos acompañes ahora y siempre.
Este es el misterio de la fe:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús.
Por eso Padre, nosotros tus siervos y todo tu pueblo santo al celebrar este memorial de la muerte gloriosa de Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor, de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su admirable ascensión a los cielos. Te ofrecemos Dios de gloria y majestad de los mismos bienes que nos has dado el sacrificio puro, inmaculado y santo, pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación. Mira con ojos de bondad esta ofrenda, acéptala. Te pedimos humildemente, Dios todopoderosos, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia hasta el altar del cielo po manos de tu ángel para que cuantos recibimos del cuerpo y sangre de tu hijo al participar de este altar, seamos colmados de gracia y bendición.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Francisco, a nuestro Obispo (Nombre)., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
Como hijos de Dios, daos fraternalmente la Paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
Señor Jesucristo,
la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad,
me aproveche para defensa de alma y cuerpo
y como remedio saludable.
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.