El domingo pasado terminó el tiempo de Pascua, han pasado cincuenta días desde la Resurrección.
Cuando Jesús resucita, se aparece a sus apóstoles, en estas apariciones les sigue enseñando y al final les dará su misión:
“Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”
Los apóstoles no quieren volver a perder a Jesús les gustaría retenerlo, que no se fuera. Pero Jesús les prometió que no les dejaría solos para cumplir su misión, que les enviaría al Espíritu Santo. Esta promesa se cumple el día de Pentecostés.
Hemos visto que en aquella época, en Pentecostés, los judíos celebraban una fiesta para conmemorar la entrega de la Tablas de la Ley a Moisés en el Monte Sinaí, además también agradecían a Dios el fruto de sus cosechas.
Durante esta fiesta Dios envió sobre los apóstoles el Espíritu Santo, se apareció bajo su forma de viento y fuego. El Espíritu no se ve pero se siente y lo representamos con diversos símbolos:
y les dió sus siete dones para cumplir la misión que Jesús les había encargado: predicar el Evangelio y bautizar a quienes creían en Él.
Nosotros también podemos recibir el Espíritu Santo para que nos ayude a ser mejores, lo hacemos en los sacramentos, recordáis, ya conocemos el bautismo. Cuando nos bautizamos recibimos su fuerza.
Vamos a cantar y bailar para que venga a nosotros.
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